Tu radio y podcast sobre manga, anime y cultura japonesa ツ

El nuevo emperador Naruhito durante su entronización

Que la paz esté con vosotros

12 noviembre, 2019 /   1290

Vale, no quiere decir eso exactamente, pero algo de eso tiene la nueva era japonesa, luego volvemos a ello. El pasado 1 de mayo (de 2019) fue el primer día de la nueva era Reiwa en Japón. Si no os habéis enterado, no os preocupéis, en este caso el cambio de era no viene precedido de la tragedia. El país del sol naciente proclama, normalmente, una nueva era con el cambio de emperador tras el fallecimiento del anterior. Pero si os pasasteis por el post La familia imperial no se toca os acordaréis de los deseos del emperador Akihito de abdicar en su hijo mayor, Naruhito.

Abdicando en la casa imperial japonesa

Tras 30 de reinado y a sus 85 años, Akihito ha logrado por fin hacer un paso al lado. Y digo por fin ya que ha sido un largo camino desde 2009 hasta 2017 cuando consiguió el “visto bueno”.  Hay que retroceder algo más de 200 años, concretamente a 1817, para encontrarse al emperador Kōkaku abdicando en su hijo, el último que lo había hecho hasta la fecha. Los motivos alegados por Akihito han sido de salud. A su edad ha pasado por una operación de corazón, una anemia cerebral y un cáncer de próstata (entre otras). Estos cada vez más graves y frecuentes problemas de salud, temía, le podían e impedían cumplir con su deber. Y la responsabilidad respecto a sus deberes es algo profundamente arraigado en la sociedad japonesa, como no iba a estarlo en su emperador.

Los motivos parecen lógicos y razonables, por lo que os preguntaréis por qué se ha dilatado tanto en hacerse efectivo.

El principal escollo se encuentra en que la Constitución japonesa deja bastante explícitamente indicado que el emperador lo es de manera vitalicia. Así que el dar paso a una nueva era con el anterior emperador aún vivo es, si más no, anómalo hoy en día. Ningún gobierno desde 2009 había dado su respaldo a los deseos del emperador. ¿Y qué más les daba?, podríamos pensar. Pues importaba, pero retrocedamos un poquito antes.

familia imperial
Los emperadores Akihito y Michiko en una visita a desplazados de Fukushima

Un emperador distinto

Recordemos que el emperador cumple con un papel simbólico del Estado y de unidad del país, pero no es jefe de Estado. Asimismo, no le está permitido expresar sus opiniones políticas. Es un adorno que queda bien en las fiestas, pero a los gobiernos no les gusta que se salga del guion.

Y si algo ha definido a Akihito es el romper con el legado de su padre y no siempre actuar como se esperaba de él. Se casó con una plebeya, siempre ha sido abiertamente pacifista y cercano a su pueblo a pesar de su condición. Ha quedado especialmente grabado en la memoria de la sociedad japonesa el discurso en televisión, el primero de un emperador, tras el terremoto y posterior tsunami de 2011 que mató a 16.000 personas además de provocar la catástrofe de Fukushima. No solo fueron palabras de aliento. Dos semanas después, él y la emperatriz acudieron a un centro de evacuación en Tokio. Se sentaron con los refugiados, hablaron y tomaron el té con alguno de ellos. Este tipo de gestos le da una autoridad moral superior, posiblemente, a la de cualquier gobierno gracias a su especial conexión con la gente.

No es oro todo lo que reluce

En el otro lado de la balanza tenemos una deriva a la derecha de Japón en los últimos años de manera incontestable. Y puede que el punto más conflictivo del actual gobierno de Shinzō Abe sea su propuesta de volver a un Japón de preguerra: patriótico y con potencial militar real. Ya hemos dicho que Akihito es un pacifista convencido. Así que dónde Abe ha llegado a apelar al sacrificio de los japoneses en la guerra como causa de la actual prosperidad; Akihito replicó al día siguiente corrigiendo que la prosperidad del Japón de hoy se debe al trabajo duro de los japoneses de después de la guerra. Pues menos mal que no podía expresar opiniones políticas…

Con este tipo de desavenencia y cruces de declaraciones solicitar saltarse la naturaleza vitalicia de su puesto dictada por la Constitución, no estaba precisamente entre las ideas de ningún primer ministro japonés. Del mismo modo, desde el gobierno se opinaba que si se permitía la abdicación se transmitiría la imagen e idea de que el emperador disponía de poder para tomar decisiones importantes y eso suponía ir en contra de la Constitución.

familia imperial
Emperador Akihita pronuncia su discurso de abdicación

Donde las dan, las toman

Con ninguna facilidad desde los gobiernos de atender a la petición del emperador, podríamos decir que desde la Casa Imperial también saben jugar al juego de tronos cuando les interesa. Alguien filtró, como quien no quiere la cosa, los deseos del emperador de abdicar a alguien de la NHK. ¿Qué cadena de televisión que se precie se priva de dar la noticia del siglo? Y claro, una vez emitido, el emperador dio un paso adelante y lo confirmó por el mismo medio. Convertida la cuestión política en social y con el pueblo japonés partidario de cumplir los deseos de su emperador, ya no había marcha atrás. Jaque mate al primer ministro. ¿Cómo iba a decir entonces lo contrario Abe?

Nuevo emperador, parecida historia

Y así, tras dar luz verde, dos años después se consuma el cambio de era, de Shōwa a Reiwa. Y si el hecho de que el nuevo emperador se deba a una abdicación no es habitual, lo que es completamente nuevo es la elección del nombre de la era. Tradicionalmente y sin excepción, el elegido ha provenido de la literatura china; sin embargo, tras reunirse 30 expertos en literatura e historia, Reiwa ha sido la palabra elegida.

Rei de (令) bueno o hermosa, y wa (和) paz o armonía. Esta palabra proviene por primera vez de un texto de la literatura japonesa, pero no de cualquiera, sino del Man’yōshū. Toda una declaración de intenciones.

De este modo, Naruhito a sus 59 años se ha convertido en el 126º emperador de Japón. Uno al que por primera vez se ha visto practicando deporte en público, running concretamente. Uno casado también con una plebeya, la ahora emperatriz Masako. Y que como su predecesora y suegra, ha sufrido la presión del encorsetado protocolo y exigencias de la institución.

familia imperial
El traje tradicional de la emperatriz Masako está compuesto por 12 capas

Entronizando que es gerundio

Solo por usar este verbo tenía que escribir esta entrada. ¿No es genialmente pertinente e idóneo? Entronizar. Me encanta. Perdón, me centro.

Seis meses después de ser nombrado emperador, el pasado 22 de octubre (seguimos en 2019) dio lugar la ceremonia de entronización (perdón, tenía que volver a decirlo). Lo habitual es que entre la proclamación del emperador y su entronización (jijiji) pasen 12 meses de luto, pero como aquí no hay muerto al que velar, ambos actos se han celebrado en el mismo año.

Una ceremonia de esta envergadura requería de números a la altura: 2000 invitados de 190 países, entre ellos 70 jefes de estado. Porque a todo el mundo le gusta un buena fiesta, y aunque el Sokuirei-Seiden-no-Gi (la ceremonia per se) tan solo duró media hora, a esta le han seguida hasta cuatro Kyoen-no-gi, lo que vienen a ser comilonas, almuerzos para felicitar al nuevo emperador. Y sí, por lo visto son necesarios cuatro. Que en el caso del emperador ya emérito Akihito, fueron siete. Como los hobbits que almuerzan varias veces.

Dejando la comida de lado un momento, volvamos a la ceremonia en sí. Esta como no podía ser de otro modo está cargada llena de simbolismo y elementos tradicionales, como el traje del emperador o las 12 capas de kimono que tuvo que llevar la emperatriz Masako. Estuvieron presentes dos de los tres tesoros de la Casa Imperial: la joya y la espada, si bien el espejo permanece en el Templo de Ise. Todo ello frente al Trono del Crisantemo.

Mientras que las mujeres invitadas (las japonesas me refiero) llevaban kimonos, los hombres vestían todos al modo occidental. Como el primer ministro Abe, que acudió a dar la bienvenida al nuevo emperador proclamando tres veces con los dos brazos en alto ¡Banzai! (Larga vida al emperador).

familia imperial
TOKYO, JAPAN – OCTOBER 22: Japan’s Prime Minister Shinzo Abe (R) shouts banzai cheer for Emperor Naruhito (top L) and Empress Masako during the enthronement ceremony where emperor officially proclaims his ascension to the Chrysanthemum Throne at the Imperial Palace on October 22, 2019 in Tokyo, Japan. (Photo by KAZUHIRO NOGI/Pool/Getty Images)

Ausencias en clave femenina

Si algo va a estar irremediablemente ligado al reinado de Naruhito va a ser la cuestión de género. Y lo va a estar por distintas razones, todas muy ligadas a quien no estuvo o lo hizo de manera distinta, en la ceremonia de su entronización.

La primera, su madre, emperatriz emérita Michiko. Ella y Akihito no estuvieron presentes en la ceremonia para no restar protagonismo a su hijo. Naruhito es el primer emperador criado directamente por sus padres y no mediante tutores. Es complicado decirle a una madre de origen plebeyo que no puede bañar a sus hijos, amamantarlos o cogerlos en brazos nada más nacer. Y no debieron lograr convencerla, pues eso es lo que hizo Michiko. Esta naturalidad en la maternidad sin duda ha debido influenciar en sus hijos.

Hijos, como la única descendencia de Naruhito, la princesa Aiko, que no pudo acudir tampoco al acto por ser menor de edad (17 años actualmente). Sobre su figura se ha escrito mucho y lo más seguro que se escribirá. La pequeña con problemas de adaptación al colegio, algo que parece haber quedado ya en el pasado y ha contribuido a la mejoría de la depresión de la emperatriz Masako. Una joven que hizo replantear la necesidad de modificar la Ley Sálica que le va a impedir ser emperatriz algún día. El nacimiento de su primo, Hisahito, la aparta definitivamente de la línea sucesoria. Si han sido reacios a la abdicación, por ningún motivo está en mente del gobierno modificar esta ley habiendo ya un heredero varón. Si Naruhito aceptará sumisamente esta postura o forzará la maquinaria para que sea su hija quien le suceda, está por verse.

Y quien sí acudió pero ya no como parte de la comitiva imperial fue la hermana del emperador, Sayako Kuroda. Estuvo presente de todos modos, pero en la tribuna de invitados.  Al contraer matrimonio en 2005 con un plebeyo, el urbanista Yoshiki Kurado, perdió su título imperial como dicta la ley. Una ley que dejará la Casa Imperial casi vacía si atendemos a que el emperador tiene tres hermanas más, dos sobrinas y su propia hija. Muchas de ellas ya casadas y por ello, ya han perdido su título imperial.

familia imperial
Princesa Aiko junto con sus padres, Naruhito y Masako

Éramos pocos y parió la abuela

El nacimiento de Hisahito fue solución y problema al conflicto de la sucesión del trono imperial. Pero tranquilos, ningún otro nacimiento que complique más el escenario, pero sí polémicas. Porque nada está exento de ellas y la proclamación de un emperador no podía ser menos.

La primera, como no podía ser de otra manera, el coste de la ceremonia: 16 millones de yenes. ¿Eso es mucho o poco? Pues unos 147 millones de dólares al cambio. Y quizás solo habría quedado en un debate sobre si parece demasiado o insuficiente para un evento de esa importancia de no ser del origen del dinero. Las entronizaciones (sí, volvemos a la palabra) se pagan con fondos públicos.

Y una de las primeras quejas viene de parte del propio hermano del emperador, Fumihito. En su momento ya expresó su contrariedad con el mismo acto pero de su padre. ¿En qué se fundamenta su crítica? En que la Constitución declara la separación de religión y Estado. Al tener un importante carácter religioso la entronización como ceremonia sintoísta, se puede considerar que financiarlo con fondos públicos viola esta separación.

Pero tenemos otra, que con un poco de ojo digo yo que se podría haber evitado. Con su proclamación, el nuevo emperador Naruhito indultó a medio millón de condenados por delitos menores. Y nos podemos preguntar: ¿qué consideramos delitos menores? Pues por ejemplo, infracciones de tráfico. Vale, bueno, no es muy grave tampoco. Saltarse un semáforo o un exceso de velocidad. Parece “indultable”. Pero no así cuando de entre estos 500.000 indultados, hay infracciones que han provocado víctimas mortales. No era tan difícil buscar delitos sin víctimas y no provocar este problema innecesario. Vamos, digo yo.

Llegados a este punto solo podemos afirmar que el nuevo emperador apunta a que se saldrá de guion más de una vez, como ya hizo su padre. La salud de su esposa y su hija puede que vuelvan a centrar las tertulias. Y sobre todo, veremos si finalmente acata que le suceda su sobrino o le echa un pulso al sistema a favor de su hija. Manténganse cerca, porque serán discretos pero la familia imperial japonesa no es nada aburrida.

Escrito por Jeza

Es la primera vez que colaboro en un blog y ¡espero que no sea la última! Me gusta tanto Japón que hasta he estudiado una carrera sobre ello (las carreras que se inventan...). Últimamente mi consumo de anime y manga está volviendo tras unos años de ocaso, por lo menos mi afición a los videojuegos, cine y literatura sigue intacto.