El yokai de Pokémon
4 octubre, 2016 / 3701
La fiebre por Pokémon Go ha traído de vuelta (si es que alguna vez se fue) la pasión que despertó en todo el mundo el ¡Hazte con todos! Aunque no ofrece todo su potencial y quién sabe si algún día llegará a parecérsele (intercambio de Pokémon, combates con amigos, otro tema es los múltiples ataques y tipos de Pokémon…); nos sirve de pretexto perfecto para plantearnos algo: ¿De dónde surgen los Pokémon?
Si eres un asiduo seguido de Expresión Otaku (y si no lo eres este es el momento perfecto para empezar a serlo), sabrás que no hay nada que inspire más a los japoneses que sus propias historias y folklore. En esta entrada retomaremos una de las historias más tristes y a la vez que más grima dio a más de uno: Pueblo Lavanda y su Torre Pokémon.
Antes de nada, hacedme el favor y dadle el play (ambientación necesaria):
Pongámonos en situación: volvemos a ser felices niños que juegan a su Pokémon Azul/Rojo/Amarillo en su super molona Game Boy turquesa (sí, sé que también sale en la tercera generación con las Advance y las DS, pero esta es mi entrada y me pongo todo lo nostálgica que quiero). Como decía, apasionados entrenadores Pokémon seguimos nuestra travesía recorriendo Kanto en busca de los 150 y de derrotar a todo el que se entrometa en nuestro camino. Tras enfrentarnos y derrotar a todos los pesados entrenadores de la ruta 11, de repente algo impide nuestro avance: un estupendo, gordito, adorable, pero enorme y narcolépsico Snorlax corta el paso.
La imposibilidad de despertarlo (aquí no hay beso de amor verdadero que valga) obliga a desviarnos y no poco. Dar tooooooda la vuelta, recorrer ruta 10, atravesar los infinitos e inacabables túneles pétreos de Túnel Roca, salir lleno de polvo, suciedad, agotado y cansado. Por fin en el horizonte se vislumbra una ciudad. ¡Qué suerte! Pueblo Lavanda te aguarda pero quizás esta parada no vaya a ser tan placentera como se le presuponga. Este es nuestro destino y escenario de esta entrada.
Nada más poner un pie en territorio lavanda el jugador detecta que hay algo que no funciona. El theme, la musiquilla que suena de fondo, da bastante mal rollito. ¡Y todo por culpa del primo dormilón de Totoro! Damos un paseo por las tres casitas que conforman el pueblo sin perder de vista un edificio que destaca por encima de todos: la Torre Pokémon.
En una de las casas conoceremos parte de la trama del pueblo, una historia que nos recuerda mucho a las de yokais: El Team Rocket (esos que en la serie daban pena pero en el juego eran unos mafiosos de cuidado) intentaron hacerse con unos huevos de Cubone. La madre, una Marowak, murió defendiendo a sus crías. El espíritu de la Marowak queda atrapado en el lugar en el que murió incapaz de avanzar por el daño sufrido. Su fantasma convertido en un yokai vengativo causa problemas en la Torre hasta que lo venzamos y le ayudamos a descansar.
Buen momento para que cambiéis de sintonia:
Como sabemos todos ya, los yokais permanecen en el lugar de su fallecimiento hasta cumplir con su venganza. Esta vez nuestra acción pateando el culo de los Team Rocket y de paso el de la propia Marowak descontrolada, le ayuda a darse cuenta de que estaba siendo mala y consigue, al fin, descansar en paz y dejar de volver locos a los demás pokémons.
Antes de encontrarnos con el yokai de Marowak, tendremos que ir subiendo pisos en la imponente Torre Pokémon. Este edificio se construyó como lugar de descanso para los pokémons. En las diferentes plantas las lápidas son las que forman el laberinto entre escaleras. Y entre ellas, las exorcistas.
Usan, como no puede ser de otra forma, pokémons tipo fantasmas. Pero lo interesante de ellas (todas son ellas, no hay ni un hombre), es su indumentaria: van vestidas como las miko, las sirvientas de los templos shinto, con el chihaya: hakama (la falda), camisa blanca de hombros sueltos y tabi (los calcetines). Resulta curioso que a pesar de que la hakama acostumbra a ser roja, en las nuevas ediciones de Pokémon es blanca (¿será por ser el blanco el color de la muerte?). No deja de ser curioso este hecho ya que los japoneses acostumbran a celebrar sus ritos funerarios siguiendo la tradición budista y no la shintoista (es posible que les molara más la estética).
Siguiendo la historia, una vez vencido/liberado el espíritu de Marowak, el señor que había acudido a intentar calmarlo, agradece el gesto y es cuando obtienes la Poke Flauta, imprescindible para despertar a nuestro amigo dormilón, pero eso ya es trigo de otro costal.
Pueblo Lavanda ha sido escenario de muchos creppypasta ¡y no es para menos! Su inquietante música, la presencia de esos ghost que no somos capaces de identificar a menos que poseamos el Scope Silph, la violenta muerte y fantasma de Marowak… Todo esto sin obviar, la posible historia del Raticate de Gary/Blue o cómo hayas llamado a tu rival. Ese Pokémon que debilitamos en el S.S. Anne y que no habría llegado a tiempo a un centro Pokémon. Su fallecimiento es el motivo de encontrarnos con él en la Torre Pokémon, dejando los restos de su amigo descansar para siempre.
Espero que este pequeño recordatorio nostálgico os haya gustado y que luego no os dé mal rollo tener la musiquilla del juego en la cabeza.